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¿Que se le pide a Santa Brigida?

Santa Brígida, es mi pedido que me reveles lo que habrá de pasar, en espacio en el que pueda yo remediar cualquier cosa para no lamentar luego. Te suplico por mi alma, la de mis seres queridos, amigos, para que no nos turbe la adversidad.

¿Cómo se rezan las 20 divinas promesas?

Por todos aquellos tormentos y ultrajes, y por las blasfemias proferidas en contra Ti, te rogamos, ¡Oh dueño de nuestra alma! que nos libres de nuestros enemigos, visibles e invisibles, y que bajo tu protección logremos tal perfección y santidad, que merezcamos entrar contigo en tu Reino.

¿Qué es la treintena de San José?

Introducción a las Meditaciones

Y al cual Dios puso al cuidado de los tesoros más preciados. En preparación de esta fiesta, realizaremos una treintena, es decir 30 días de oración, en reverencia a los 30 años que vivió con Jesús y María en la tierra.

¿Qué son las 7 gracias?

Los siete dolores de María son un conjunto de sucesos de la vida de la Virgen María que son una advocación popular y se encuentran frecuentemente recogidos en el arte. ​ Estos siete dolores no se deben confundir con los cinco misterios de dolor del Rosario.

¿Qué significa Santa Brígida?

Origen y significado del nombre de Santa Brígida

Brígida es un nombre para niña de origen celta que significa “fuerza” y se relaciona con la diosa celta del fuego, por lo que puede ser el nombre perfecto para reforzar el carácter de vuestra niña.

¿Cuáles son las promesas de la Divina Misericordia?

Promesa de la Coronilla de la Divina Misericordia

Jesús le dijo que a quien la rezase, la misericordia le protegería en la vida y se le otorgaría inmensas gracias; y que fuera recomendada como última tabla de salvación: Reza incesantemente esta coronilla…

¿Cómo se le debe pedir a San José?

10 situaciones en las que podemos encomendarnos a San José 1. Anhelamos tener sus virtudes: Ser justos (no justicieros); dar a cada uno lo que le corresponde (con criterio de misericordia); ser discretos, no alardear, no presumir; obedecer la voluntad de Dios con prontitud y alegría, y estar cerca de Jesús y María.

¿Qué día se le reza a San José?

19 de marzo: Día de San José, el custodio de la Sagrada Familia.

¿Cómo se reza el manto de San José?

Oh Glorioso Patriarca San José, tú que fuiste elegido por Dios por encima de todos los hombres para ser la cabeza terrenal de la más santa de las familias, te ruego que me aceptes en los pliegues de tu manto sagrado, que llegues a ser el guardián y custodio de mi alma.

¿Cómo se reza los Siete Dolores de la Virgen?

Se reza un Padrenuestro y siete Ave Marías por cada dolor de la Virgen. Al mismo tiempo le pedimos que nos ayude a entender el mal que hemos cometido y nos lleve a un verdadero arrepentimiento.

¿Cuándo es el día de Santa Brigida?

En este 23 de julio le toca el turno a Santa Brígida, patrona de Europa y santa que da nombre a más de 5.000 mujeres en España. Nacida en Suecia, y casada desde una edad muy temprana, la homenajeada fundó la orden religiosa a la que puso su propio nombre: las Brígidas.

¿Cómo se hace la Novena de la Divina Misericordia?

Padre Eterno, mira con misericordia a las almas tibias que, sin embargo, están encerradas en el piadosísimo Corazón de Jesús. Padre de la Misericordia, te suplico por la amarga pasión de tu Hijo y por su agonía de tres horas en la cruz, permite que también ellas glorifiquen el abismo de tu Misericordia. Amén.

¿Cuáles fueron los siete dolores de la Virgen María?

Los siete dolores de la Virgen que meditamos especialmente en el rosario llamado así, son los siguientes:
  1. 1 la profecía de Simeón.
  2. 2 la huida a Egipto.
  3. 3 la pérdida de Jesús Niño en Jerusalén.
  4. 4 el encuentro con Jesús camino del calvario.
  5. 5 la muerte de Cristo en la Cruz.

Oraciones de Santa Brígida durante 12 años
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Oración a Santa Brígida para tener abundancia todo el año

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Para que la abundancia sea duradera y puedas gozar de ella durante todo el año encomiéndate a Santa Brígida con esta oración

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VEINTE DIVINAS PROMESAS

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Las oraciones de 12 años de Santa Brígida

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Las oraciones de 12 años de Santa Brígida
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Oraciones de Santa Brígida para rezar durante 12 años – gloria.tv

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Oraciones de Santa Brígida para rezar durante 12 años – gloria.tv
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Oraciones de santa Brígida por 12 años – Hozana

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Las 15 oraciones y los 7 pater noster de Santa Brígida

¿Cómo rezar los siete Padre Nuestro

Ora a Jesús y a su corazón amoroso con Hozana

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Oraciones Católicas: Oraciones de Santa Brígida durante doce años

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lunes 9 de abril de 2012

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Oración a Santa Brígida para tener abundancia todo el año

Santa Brígida fue una religiosa católica que recibió dos juegos de oraciones de Jesucristo y otro juego de la Santísima Inmaculada Virgen María; uno de dichos juegos se reza durante todo un año, mientras que otro es durante 12 años para lograr la salvación, y existen algunas promesas para quienes lo hagan.

Promesas

El alma que las reza no sufrirá ningún Purgatorio.

El alma que las reza será aceptada entre los mártires como si hubiera derramado su propia sangre por la fe.

como si hubiera derramado su propia sangre por la fe. El alma que las reza puede (debe) elegir a otros tres a quienes Jesús mantendrá luego en un estado de gracia suficiente para que se santifiquen.

Ninguna de las cuatro generaciones siguientes al alma que las reza se perderá.

siguientes al alma que las reza se perderá. El alma que las reza será consciente de su muerte un mes antes de que ocurra.

No obstante, en este caso nos dirigimos a ella con una plegaria que, de ser posible, debes rezarla todos los días del año para que en tu vida no falte nunca la abundancia, y no solo en el sentido económico sino también en otros ámbitos; esta es la oración, compartida por el portal ‘Fieles a Dios’.

Oración para tener abundancia todo el año

Santa Brígida, es mi pedido que me reveles lo que habrá de pasar, en espacio en el que pueda yo remediar cualquier cosa para no lamentar luego. Te suplico por mi alma, la de mis seres queridos, amigos, para que no nos turbe la adversidad.

En todo momento acompáñame, toma mi mano, llévame en guía por el camino, imploro que cada día, por cada mes del año sea de gracia. Que ninguna fatalidad, mal tiempo, tribulación, puedan tocar a mi puerta, aleja de mi todo mal, todo sentimiento desviado de Dios Padre Creador, saca toda malignidad de mi hogar o espíritu que lo maldiga, no dejes que se instauren en los corazones de mis seres queridos.

Permíteme seguir a tu lado en tu palabra; te ruego que me confieras entendimiento, amor al prójimo, lealtad, para también encontrarlo a mi paso, en cualquier rol que me toque desempeñar. Bendice de esta manera mi profesión, mi trabajo, mi rol de padre y social, que cada individuo pueda velar porque esto sea así para ellos. Por favor, es especial mi suplica porque se dé la efectividad en el tiempo de esta oración.

A Santa Brígida se le conmemora el 23 de julio. Foto: Twitter @Santa_Palabra

Ángeles de mi Guarda, desciendan del cielo, colóquense en la defensa de la puerta de mi hogar, en la de todo el mundo para que sea un lugar mejor para vivir. En el que tengamos paz, que tu voluntad nos resguarde, nos encomendaste orar en todo momento, a mantener la alegría, a agradecer independientemente de la situación que vivamos.

Gracias Jesús porque en ti confió. Es oportuno reconocer tus bondades para conmigo, así lo hace mi corazón, por eso mi suplica de perdón o socorro suben al cielo, con tanta Fe en tu majestuoso poder u obra. Reconocida esta por este siervo, daré testimonio de Él ante quien deba darlo, no temeré jamás porque tu mi Dios estás conmigo. Amén.

VEINTE DIVINAS PROMESAS

VEINTE DIVINAS PROMESAS

En 1862 el Papa Pío IX bendijo las revelaciones de Jesús a Santa Brígida de Suecia, y al año siguiente el Gran Congreso de Malines las recomendó.

Estas meditaciones de origen divino, fueron fuente de piadosas prácticas espirituales de muchas generaciones de católicos que quisieron seguir las huellas de nuestro Salvador, y así, retratarlo en sus almas.

En la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma todavía se puede contemplar, en la capilla del Santísimo Sacramento, el Crucifijo Milagroso ante el cual estuvo arrodillada Santa Brígida cuando recibió estas 15 Oraciones de Nuestro Señor. Allí hay una inscripción conmemorando este evento, en latín: “Pendentis. Pendente Dei verba a accepit aure accipit et verbum corde Brigitta Deum. Anno Jubilei MCCCL”

Por mucho tiempo, Santa Brígida había deseado saber cuán los latigazos había recibido Nuestro Señor en Su Pasión. Cierto día se le apareció Jesucristo, diciéndole: “Recibí en Mi Cuerpo cinco mil, cuatrocientos ochenta latigazos; son 5.480 azotes. Si queréis honrarlos en verdad, con alguna veneración, decid 15 veces el Padre Nuestro; también 15 veces el Ave María, con las siguientes oraciones, durante un año completo. Al terminar el año, habréis venerado cada una de Mis Llagas”. (Nuestro Señor mismo le dictó las oraciones a la santa.)

Santa Brígida y su marido vivieron en el convento de Alvastra a mediados del siglo XIV. Se ha dicho que Brígida se inspiró en las reglas de los monjes cistercienses para formular las de su propia orden.

Ruinas del convento de Alvastra.

APROBACIÓN

Estas oraciones y promesas , hechas fundamentalmente para el crecimiento espiritual de aquella persona que aspire a unirse a Jesús todos los días y llegar a las alturas místicas de los más grandes santos, fueron copiadas del libro publicado en Toulose, en 1740, por el Padre Adrián Parvilliers, de la Sociedad de Jesús, Misionero Apostólico en Tierra Santa, con aprobación, permiso y recomendación para propagar la devoción.

En tiempos de Santa Brígida (siglo XIV), la imprenta no existía, de modo que el único recurso eran los copistas. El Papa Urbano VI fomentó la multiplicación del número de copias de las revelaciones, en vista de que estaban siendo solicitadas por reyes, obispos, conventos, bibliotecas y universidades.

Los libros que contenían estas oraciones y promesas habían sido aprobados por un gran número de prelados, entre los cuales se encontraba Su Eminencia, el Cardenal Giraud de Cambria, en 1845 y el Arzobispo de Florián de Toulose, en 1863. La colección de pequeños libros, en los cuales se encontraban estas oraciones, recibió la bendición del Papa Pío IX, el 31 de mayo de 1862. Finalmente, esta colección fue recomendada por el Gran Congreso de Malines el 22 de agosto de 1863.

Esta versión española fue tomada de otra en inglés. Puesto que estas oraciones dictadas por Jesús a Santa Brígida sufrieron incontables traducciones, de un idioma al otro (sueco, francés, italiano, alemán, etc.), esta versión española no pretende declararse como traducción exacta de la versión que la propia Santa podía dar a los de su tiempo, ni siquiera las tantas otras versiones que se produjeron en el espacio de seis siglos. Sin embargo, dada la tremenda espiritualidad contenida en esta bellísima versión, no queda a nadie la duda, porque nuestro Divino Redentor lee las intenciones de nuestros corazones, y si El ve sinceridad en nosotros, concederá sus Veinte Divinas Promesas a quien recite estas oraciones diariamente por el espacio de un año. Solo ten fe en su amor infinito, rézalas meditando profundamente en su contenido precioso y El hará el resto…

Aquellos que visiten la Iglesia de San Pablo en Roma, pueden ver el crucifijo en tamaño natural, esculpido por Pierre Cavallini, ante el cual Santa Brígida se arrodillaba, y la siguiente inscripción: “Pendemis, pendiente Dei verba accepit aure accipit at verbum corde Brigitti Deum. Anno Jubilei MCCCL”, recordando las prodigiosas experiencias tenidas por la Santa ante este crucifijo.

Santa Brígida, hija de la princesa de sangre real de Suecia, Birgir, nació por el año de 1302, de padres muy piadosos. Su virtuosa madre murió al darla a luz, por lo que la niña fue cuidada por una de sus piadosas tías. Brígida no pudo hablar hasta la edad de 3 años, pero tan pronto pudo hacerlo, comenzó a rezar a Dios.

Aún en su temprana infancia, sintió atracción por los discursos serios, y las lecturas piadosas eran sus favoritas.

A la edad de 10 años, Brígida se sintió conmovida por un sermón que oyó sobre la Pasión de Nuestro Señor. A la noche siguiente tuvo un sueño en el que vio a Nuestro Señor clavado en la cruz y cubierto de sangre y heridas, al mismo tiempo una voz le decía: “MÍRAME, HIJA MÍA” -¡Oh, mi Señor!- respondió Santa Brígida -¿Quiénes te han tratado tan cruelmente?- Nuestro Señor le respondió: “AQUELLOS QUE ME DESPRECIAN Y SON INSENSIBLES A MI AMOR POR ELLOS”.

Este misterioso sueño dejó una impresión tan profunda en ella, desde entonces, meditó continuamente en los sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo, y siempre lloraba al hacerlo.

A la edad de 15 años, por obediencia, Brígida se casó con el príncipe Ulf, un joven muy piadoso, y tuvieron ocho hijos (una de sus hijas llegó a ser Santa Catalina de Suecia). Más que instrucciones, fueron sus ejemplos los que santificaron su numerosa familia.

Sus revelaciones y otras gracias celestiales hicieron de ella una verdadera santa. Murió en Roma en 1373, después de regresar de una peregrinación a la Tierra Santa.

Santa Brígida de Suecia meditaba diariamente en la vida y sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo.

LAS PROMESAS

El Crucificado prometió a Brígida los siguientes privilegios, con la condición de que ella fuera fiel a la diaria recitación del santo oficio. Y se garantizaban también a todo aquel que diga las oraciones devotamente cada día por el espacio de un año, las siguientes promesas:

1.- Cualquiera que recite estas oraciones, obtendrá el grado máximo de perfección.

2.- Quince días antes de su muerte, tendrá un conocimiento perfecto de todos sus pecados y una contrición profunda de ellos.

3.- Quince días antes de su muerte le daré mi precioso cuerpo a fin de que escape del hambre eterna; le daré a beber de mi preciosa sangre para que no permanezca sediento eternamente.

4.- Libraré del purgatorio a 15 miembros de su familia.

5.- Quince miembros de su familia serán confirmados y preservados en gracia.

6.- Quince miembros de su familia se convertirán.

7.- Cualquiera que haya vivido en estado de pecado mortal por 30 años, pero si recita o tiene la intención de recitar estas oraciones devotamente, Yo, el Señor le perdonaré todos sus pecados.

8.- Si ha vivido haciendo su propia voluntad durante toda su vida y está por morir, prolongaré su existencia

9.- Obtendrá todo lo que pida a Dios y a la Santísima Vírgen.

10.- En cualquier parte donde esté diciendo las oraciones, o donde se digan, Dios estará presente con su gracia.

11.- Todo aquel que enseñe estas oraciones a los demás, ganará incalculables méritos y su gloria será mayor en el cielo.

12.- Por cada vez que se reciten estas oraciones, se ganarán 100 días de indulgencia.

13.- Será liberado de la muerte eterna.

14.- Goza de la promesa de que será contado entre los bienaventurados del cielo.

15.- Lo defenderé contra las tentaciones del mal.

16.- Preservaré y guardaré sus cinco sentidos.

17.- Lo preservaré de una muerte repentina.

18.- Yo colocaré mi cruz victoriosa ante él para que venza a sus enemigos.

19.- Antes de su muerte vendré con mi amada Madre.

20.- Lo recibiré muy complacido y lo conduciré a los gozos eternos. Y habiéndolo llevado allí, le daré de beber de la fuente de mi divinidad.

ORACIONES:

Señal de la Cruz.

Para empezar, recemos un Credo al Sagrado Corazón de Jesús, haciendo un acto de Fe.

PRIMERA ORACIÓN

(Padre Nuestro, Ave María)

¡Oh Jesús mío! ¡Oh eterna dulzura para los que te amamos! ¡Oh gozo supremo que supera todo gozo y deseo! ¡Oh salvación y esperanza nuestra! Infinitas pruebas nos has dado de que tu mayor deseo es estar siempre con nosotros; y fue estesublime deseo, ¡Oh bendito amor! El que te llevó a asumir la naturaleza humana. ¡Oh Verbo Encarnado!, recuerda aquella Santa Pasión que abrazaste por nosotros, para cumplir con el divino plan de reconciliación de Dios con su criatura. Recuerda Señor tu última cena, cuando rodeado de tus discípulos, y después de haberles lavado los pies, les diste tu precioso cuerpo y sangre. Recuerda también cuando tuviste que consolarlos al anunciarles tu ya próxima Pasión.

Fue en el huerto de los Olivos, ¡Oh Señor!, donde se escenificaron los peores momentos de tu Sagrada Pasión: porque fuiste invadido por la más infinita de las tristezas y por la más dolorosa de las amarguras, y que te llevaron a exclamar todo lleno de horror y de angustia: “¡Mi alma está triste hasta la muerte!”… Tres horas duró tu agonía en aquel jardín; y todo el miedo, angustia y dolor que padeciste allí, ¡fueron tan grandes!, que te causó sudar sangre copiosamente. Aquello escapaba a toda descripción, hasta tal punto que sufriste más allí que en el resto de tu Pasión, porque ante tus divinos ojos desfilaron aquellas terribles visiones de los pecados que se cometieron desde Adán y Eva hasta aquellos mismos instantes, y los pecados que se estaban cometiendo en aquellos momentos por toda la faz de la tierra, y los que se cometerían en el futuro, ¡siglos enteros!, ¡hasta la consumación de los tiempos!

Pero, ¡Oh amor que todo lo vence! A pesar de tu temor humano, así contestaste a tu Padre: “¡No se haga mi voluntad, sino la tuya!” E inmediatamente, tu Padre envió aquel precioso Ángel para confortarte… Tres veces oraste, y al final llegó tu discípulo traidor, Judas. ¡Cuánto te dolió aquello!

Fuiste arrestado por el pueblo de aquella nación que Tú mismo habías escogido y exaltado. Tres jueces te juzgaron, falsos testigos te acusaron, cometiendo el acto más injusto de la historia de la humanidad, ¡condenando a muerte a su Autor y Redentor! ¡A aquél que venía a regalarnos la vida eterna!

Y te despojaron de tus vestiduras y te cubrieron los ojos… e inmediatamente aquellos soldados romanos comenzaron a abofetearte, y llenarte de salivazos, y golpes llovieron contra tu delicado cuerpo. Y te retaban a que les dijeras quién era el que te lo hacía. De repente, aquella corona de espinas te la incrustaron mutilando tu cabeza de mala manera; ¡rompiendo carne, venas y nervios! Para contemplar la mofa a tu condición de Rey, te dieron un cetro: una vulgar caña que colocaron en tus sagradas manos.

¡Oh sublime enamorado de nuestras almas!, recuerda también cuando te ataron a la columna. ¡Cómo te flageló aquella gente!… No quedó lugar alguno en tu maravilloso cuerpo que no quedara destrozado bajo los golpes de los látigos. Otro cuerpo humano hubiese muerto con menos golpes… La escena era terrible: ¡huesos y costillas podían verse! ¡Cuánta furia desatada contra el Hombre-Dios!

Oh Jesús mío, en memoria de aquellos crueles tormentos que padeciste por nosotros antes de la crucifixión, concédenos antes de morir un verdadero arrepentimiento de nuestros pecados, que podamos satisfacer por ellos, que hagamos una santa confesión, te recibamosen la Santísima Eucaristía, y así, alimentada nuestra alma, podamos volarhacia Ti.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María)

SEGUNDA ORACIÓN

¡Oh salud y alimento de mi alma, libertad verdadera de ángeles y santos!, ¡Paraíso de delicias! Recuerda el horror y la tristeza que sufriste camino al lugar donde te aguardaba una cruz, cuatro clavos y los verdugos cuando toda aquella turba se apretujaba a tu paso, y te golpeaba e insultaba impunemente, haciéndote víctima de las más espantosas crueldades. Pero más te dolía la ingratitud de ellos, que los golpes que te infligían, pues era precisamente por ellos y por todo el género humano, que llevabas aquella Cruz sobre tus hombros destrozados.

Por todos aquellos tormentos y ultrajes, y por las blasfemias proferidas en contra Ti, te rogamos, ¡Oh dueño de nuestra alma! que nos libres de nuestros enemigos, visibles e invisibles, y que bajo tu protección logremos tal perfección y santidad, que merezcamos entrar contigo en tu Reino.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María)

TERCERA ORACIÓN

¡Oh dueño de nuestra existencia! Tú que siendo el Creador del Universo, del Cielo y de la Tierra, de ángeles y hombres, a quien nada puede abarcar ni limitar y que todo lo envuelves y sostienes con tu amoroso poder, sin embargo, te dejaste matar por tu obra maestra, el hombre, para justificarlo ante Ti mismo.

Recuerda cada dolor sufrido, cada tormento soportado por nuestro amor, cuando los judíos con enormes clavos taladraron tus sagradas manos y pies. ¡Que espantosa escena se produjo cuando con indescriptible crueldad, tu cuerpo tuvo que ser estirado sobre la Cruz para que tus manos y pies llegaran hasta los agujeros previamente abiertos en el madero! ¡Con cuánta furia agrandaron aquellas heridas! ¡Cómo agregaron dolor al dolor, cuando tuvieron que estirar tus sagrados miembros violentamente en todas direcciones! ¡Oh Varón de dolores!

Recuerda cuando tus músculos y tendones eran estirados sin misericordia, y tus venas se rompían, y tu piel virginal se desgarraba horriblemente, y tus huesos eran dislocados.

¡Oh Cordero divino! en memoria de todo lo ocurrido en la colina del Gólgota, te rogamos nos concedas la gracia de amarte y honrarte cada día más y más.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María)

CUARTA ORACIÓN

¡Oh divino mártir de amor! ¡Oh médico celestial que te dejaste suspender en la Cruz para que por tus heridas las nuestras fueron curadas! Recuerda cada una de aquellas heridas y la tremenda debilidad de tus miembros, que fueron distendidos hasta tal punto que jamás ha habido dolor semejante al tuyo. Desde la cabeza a los pies eras todo llaga, todo dolor, todo sufrías; eras una masa rota y sanguinolenta, y aún así llegaste, para sorpresa de tus verdugos, a suplicar a tu Padre, eterno perdón para ellos diciéndole: ¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!

¡Oh Cristo bendito! En memoria de esta gran misericordia que tuviste, que muy bien pudiste lanzar a todo aquel mundo malvado a los abismos infernales con un solo acto de tu poderosa voluntad, por aquella tan grande misericordia que superó a tu justicia divina, concédenos una contrición perfecta y la remisión total de nuestros pecados, desde el primero hasta el último, y que jamás volvamos a ofenderte.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María)

QUINTA ORACIÓN

¡Oh Jesús, Oh esplendor de la eternidad! Recuerda cuando contemplaste en la Luz de tu Divinidad, las almas de los predestinados que serían rescatados por los méritos de tu sagrada Pasión, también viste aquella tremenda multitud que sería condenada por sus pecados. ¡Cuánto te quejaste por ellos! Te compadeciste, oh buen Jesús, hasta de aquellos réprobos, de aquellos desafortunados pecadores que no se lavarían con tu sangre, ni se alimentarían con tu Carne Eucarística.

Por tu infinita compasión y piedad, y acordándote de tu promesa al buen ladrón arrepentido, al decirle que aquel mismo día que estaría contigo en el Paraíso, ¡Oh salud y alimento de nuestra alma! muéstranos esta misma misericordia en la hora de nuestra muerte.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María)

SEXTA ORACIÓN

¡Oh Rey muy amado y deseado ¡ acordaos del dolor que sufriste, cuando desnudo y como un criminal común y corriente, fuiste clavado y elevado en la Cruz. También fuiste abandonado de todos tus parientes y amigos; con la excepción de tu muy amada Madre y tu discípulo Juan. En tu agonía Ella permaneció fiel junto a Ti, luego la encomendaste a tu fiel discípulo, diciendo a María: “¡Mujer, he aquí a tu hijo!” y a Juan: “!He aquí a tu Madre!”

Te suplicamos, oh nuestro Salvador, por la espada de dolor que entonces atravesó el alma de tu Santísima Madre, que te compadezcas de nosotros en todas nuestras aflicciones y tribulaciones tanto corporal como espiritual, y que nos asistas en cada prueba, especialmente en la hora de nuestra muerte.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María)

SÉPTIMA ORACIÓN

¡Oh Rey de Reyes! ¡Fuente de compasión que jamás se agota! Recuerda cuando sentiste aquella tremenda sed por las almas y que te llevó a exclamar desde la Cruz: “¡Tengo Sed!” Si, no solamente tenías sed física, sino sed insaciable por la salvación de la raza humana.

Por este gesto de amor por nosotros, te rogamos, Oh prisionero de nuestro amor, que inflames nuestros corazones con el deseo de tender siempre hacia la perfección en todos nuestros actos, que extingas en nosotros la concupiscencia de la carne y los deseos de placeres mundanos.

Así sea

(Padre Nuestro, Ave María)

OCTAVA ORACIÓN

¡Oh constante dulzura nuestra! ¡Oh deleite diario de nuestro espíritu! Por el sabor tan amargo de aquella hiel y vinagre que te dieron a probar en lugar de agua, para aplacar tu sed física, te suplicamos que aplaques nuestra sed por tu vivificadora sangre, y nuestra hambre por tu redentora carne, ahora y siempre, y que no nos falte en la hora de nuestra muerte.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María)

NOVENA ORACIÓN

¡Oh Jesús, Virtud Real y gozo del alma! Acuérdate del dolor que sentiste, sumergido en un océano de amargura, al acercarse la muerte. Insultado y ultrajado por tus verdugos, clamaste en alta voz que habías sido abandonado por Tu Padre Celestial, diciéndole: “Dios mío, Dios mío, ¿Porqué me has abandonado?” Por aquella angustia que padeciste en aquellos momentos finales de tu Pasión, te rogamos oh nuestro Salvador que no nos abandones en los terrores y dolores de nuestra muerte.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María)

DÉCIMA ORACIÓN

¡Oh Jesús, que eres principio y fin de todo lo creado , virtud, luz y verdad! Acuérdate que por causa nuestra fuiste sumergido en un abismo de penas; sufriendo dolor en todo tu santísimo Cuerpo: En consideración a la enormidad de tanta llaga que te hicimos los hombres; enséñanos a guardar por puro amor a Ti, todos tus Mandamientos; cuyo camino de Tu Ley Divina es amplio y agradable, para aquellos que te aman.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María)

UNDÉCIMA ORACIÓN

¡Oh Jesús mío!, abismo insondable de misericordia, te rogamos en memoria de tus heridas, las cuales penetraron hasta la médula de tus huesos y hasta lo más profundo de tu ser, ¡que nos apartes para siempre del pecado! ¡que no te ofendamos más! Reconocemos con bochorno que somos unos miserables pecadores y que te hemos ofendido ¡tantas veces! Que tememos que tu divina justicia nos condene.

No obstante, acudimos presurosos a tu misericordia infinita, para que nos escondas urgentemente en tus preciosas llagas, y así, ocultados de tu indignado rostro, pueda tu amante Corazón una vez más, lavar nuestras culpas con tu sangre liberadora. De esa forma Redentor nuestro, tu enojo e indignación cesarán de inmediato. ¡Gracias Señor!

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María)

DUODÉCIMA ORACIÓN

¡Oh Jesús, eterna verdad, símbolo de la perfecta caridad y de la unidad! Te suplicamos que te acuerdes de aquella multitud de laceraciones, de aquellas horribles heridas que te hicimos la humanidad pecadora que querías salvar. Estabas hecho un guiñapo humano, enrojecido por tu propia sangre. ¡Que inmenso e intenso dolor padeciste en tu carne virginal por amor a nosotros! ¡Oh dulzura infinita!, ¿qué pudiste hacer, que ya no hayas hecho por nosotros? Nada falta. Todo lo has cumplido

Ayúdanos, Oh Señor, a tener siempre presente ante los ojos de nuestro espíritu, un fiel recuerdo de tu Pasión, para que el fruto de tus sufrimientos se vea continuamente renovados en nuestra alma, y para que tu amor se agrande en cada momento más y más en nuestro corazón, hasta que llegue aquel feliz día en que te veamos en el cielo, y ser uno contigo, que eres el tesoro y suma total de todo gozo y bondad.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María)

DÉCIMA TERCERA ORACIÓN

¡Oh dulce consuelo de nuestra alma, maravilloso liberador, Rey inmortal e invencible! Recuerda cuando inclinando tu adorable cabeza, toda desfigurada por los golpes, la sangre y el polvo del camino, exclamaste: “Todo está consumado”… Toda tu fuerza mental y física se agotaron completamente.

Por este Gran Sacrificio y por las angustias y tormentos que padeciste antes de morir, te rogamos, Oh buen Jesús, que tengas misericordia de nosotros en la hora de nuestra muerte, cuando nuestra mente esté tremendamente perturbada; y nuestra alma sumergida en angustia.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María)

DÉCIMA CUARTA ORACIÓN

¡Oh doliente Jesús, oh incomprensible Segunda Persona de la Trinidad, esplendor y figura de su esencia! Recuerda cuando con gran voz entregaste tu alma a Tu Padre Celestial diciéndole: “¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!” Tu cuerpo estaba despedazado, y tu corazón destrozado, pero tus entrañas de misericordia quedaron abiertas para redimirlos! Así expiraste , oh amor infinito…

Por tu Dolorosa Muerte; te suplicamos, Oh Rey de Santos y Arcángeles, que nos confortes y nos ayudes a resistir al mundo con sus errores, a Satanás con sus pérfidas, y a la carne con sus vicios, para que así, muertos a los enemigos de nuestras almas, vivamos solamente para Ti. Por eso te rogamos, Oh Dulce Redentor y Salvador, que a la hora de nuestra muerte recibas nuestras pobres almas desterradas que regresan a Ti.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María)

DÉCIMA QUINTA ORACIÓN

¡Oh vencedor de la muerte! ¡Vid verdadera y fructífera! Recuerda a aquel torrente de sangre que brotó de cada parte de tu Bendito Cuerpo, igual que la uva exprimida en el lagar.

De tu Costado perforado por un soldado con la lanza, brotó Sangre y Agua, hasta no quedar en Tu Cuerpo Gota alguna. Finalmente como un haz de mirra, elevado a lo alto de la Cruz, la muy fina y delicada Carne tuya fue destrozada; la Sustancia de tu Cuerpo fue marchitada, y disecada la Médula de tus huesos.

Por esta amarga Pasión, y por la Efusión de Tu divina Sangre, te suplicamos oh dulcísimo Jesús, que recibas nuestra alma, cuando estemos sufriendo en la agonía de nuestra muerte.

Oh maravillosa realidad, escándalo para los infieles, ¡gozo indescriptible para los que te amamos! Ese tu infinito sacrificio pagó el rescate, y al resucitar y ascender gloriosamente al Cielo, ¡dejaste bien abiertas las puertas para aquellos que quisieran seguirte! Oh Señor, por tu amarga Pasión y preciosa sangre, te rogamos traspases nuestros corazones, para que nuestras lágrimas de amor, adoración y penitencia, sean nuestro alimento noche y día. Haz que nos convirtamos totalmente a Ti, que nuestros corazones sean tu perpetuo lugar de reposo; que nuestras conversaciones te sean siempre agradable; y que al final de nuestra vida merezcamos que graves, Oh Dios de amor, el Sello de Tu Divinidad en nuestra alma, para que tanto el Padre como el Espíritu Santo, te vean bien reproducido en nosotros, y poder así ser contados entre tus Santos para que te alabemos para siempre por toda la eternidad.

Así sea.

(Padre Nuestro, Ave María)

Treintena a San José – Saint Anthony Catholic Parish

Videos de las meditaciones

Puede ver todas las meditaciones usando la lista de reproducción de YouTube en los siguiente enlaces:

El 19 de Marzo celebraremos la Solemnidad de San José, quien fue “llamado a ser el Custodio del Redentor (…). Y al cual Dios puso al cuidado de los tesoros más preciados.

En preparación de esta fiesta, realizaremos una treintena, es decir 30 días de oración, en reverencia a los 30 años que vivió con Jesús y María en la tierra.

Publicaremos diariamente a través de este medio una serie de meditaciones sobre las letanías a San José de modo que podamos crecer en el amor a Jesús y María Santísima a través del conocimiento de su vida.

Las letanías a San José fueron aprobadas por el Papa Pio X en 1909.

Colocaremos el texto adjunto de la oración de los 30 días, las letanías a San José y el audio de la oración de los 30 días a San José

Que María Santísima y San José intercedan ante Nuestro Señor Jesucristo para que lleguemos todos a gozar un día de la felicidad eterna.

“Intercesión de los santos”

Alguno quizás se haya preguntado, ¿por qué debemos pedir a los santos que intercedan por nosotros ante Dios? Si Jesucristo es el único Mediador entre Dios y los hombres: ‘Hay un solo Dios, y un solo Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús’ (1 Tim. 2, 5; Hebr. 8, 6 y 9, 11- 14).

Los santos no son un obstáculo para dirigirnos directamente a Jesucristo, a Dios Padre o al Espíritu Santo. Los santos no nos alejan de Dios; simplemente ellos con sus ejemplos de fe cristiana nos estimulan a acercarnos a Dios con la sola mediación de Jesucristo.

Ahora bien, cuando la Iglesia Católica dice que los santos son intercesores nuestros delante de Jesucristo, eso no quiere decir que ellos son los que hacen los milagros. Es siempre Dios Padre, Jesucristo o el Espíritu Santo, quienes obran maravillas entre nosotros, aunque sí puede ser que los milagros sean hechos ‘por intercesión’ de estos santos.

Vemos el ejemplo de Maria en las bodas de Cana. Es María la Madre de Jesús la que invita discretamente a su Hijo a hacer un milagro diciendo: ‘Ya no tienen vino’. Y Jesús le hace entender que la hora de hacer signos no ha llegado todavía. Sin embargo, por la intercesión de su Madre María, Jesús hace su primer milagro (Jn. 2, 1-12). Este es el sentido bíblico de la intercesión de los santos.

Santo Tomasen la Suma teológica dice: que los santos que están en el cielo tanto más oran por los viadores, a quienes pueden ayudar con sus oraciones, cuanto más perfecta es su caridad; y sus oraciones son tanto más eficaces cuanto mayor es su unión con Dios. Pues lo normal, según el orden establecido por Dios, es que la excelencia de los superiores redunde en los inferiores, al igual que sobre el aire el resplandor que procede de la claridad del sol. Tal es también la razón por la que se dice de Cristo (Heb 7,25): El cual se acerca por sí mismo a Dios para rogar por nosotros. Y es por lo que San Jerónimo, Contra Vigilantium, dice: Si los apóstoles y los mártires, en su vida corporal, cuando aún debían preocuparse por sí mismos, podían orar por los demás, cuánto más después de haber alcanzado la corona, la victoria y el triunfo.”

San José, ruega por nosotros

“Dios Padre Celestial” Ten piedad de nosotros.

En el evangelio de San Mateo encontramos estas palabras que definen a la Primera persona de la Santísima Trinidad: Uno solo es vuestro Padre: el del Cielo (Mt 23,9)

Nuestro Señor Jesucristo pasó su vida en la tierra hablando de Dios Padre como providente (Mt 6, 32), que perdona, escucha, bendice, es generoso, un Padre en quien abandonarnos…

La unión estrecha que San José tuvo con Dios Padre, lo ha hecho imitarlo. Él “ha sido llamado por Dios para servir directamente a la persona y a la misión de Jesús mediante el ejercicio de su paternidad; de este modo él coopera en la plenitud de los tiempos en el gran misterio de la

redención y es verdaderamente ‘ministro de la salvación’ . Su paternidad se ha expresado concretamente ‘al haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio, al misterio de la Encarnacion y a la misión redentora que está unida a él; al haber hecho uso de la autoridad legal, que le correspondía sobre la Sagrada Familia, para hacerle don total de si, de su vida y de su trabajo.’

Podemos preguntarnos:

¿Confiamos que Dios es un Padre para nosotros?

¿Estamos seguros que nos dará lo necesario para vivir cada día?

Veamos a José como ejemplo de paternidad y pidámosle a él la gracia de llevar a cabo el rol de padres en la Familia.

“Dios Hijo Redentor del Mundo” Ten piedad de nosotros.

“El centro de nuestra vida debe ser Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre, quien en su única persona divina une ambas naturalezas; por lo que en verdad confesamos que el Verbo se hizo carne (Jon 1,14) es mediador entre Dios y los hombres (1Tim 2,5) y es el único que tiene 12 palabras de vida eterna.”

Jesucristo es el camino para ir al Padre y nadie va al Padre sino por El. Tiene el único nombre por el cual podemos ser salvos (Hechos 4,12).

“Dios no estuvo nunca tan cercano del hombre y el hombre jamás estuvo tan cercano a Dios como precisamente en ese momento: en el instante del misterio de la Encarnacion.”

Podemos ver que San José es junto con María, el primer depositario de este misterio. Con Maria y también en relación con María él participa en esta fase culminante de la auto revelación de Dios en Cristo, y participa desde el primer instante.

¿Cómo vivimos nosotros el Misterio de la Encarnacion?

¿Es Jesucristo el centro de nuestra vida?

¿Nos sentimos cercanos a Dios, así como lo estuvo Maria y José?

Que podamos crecer en la unión con nuestro Señor Jesucristo por mediación de San José.

“Dios Espíritu Santo”

Ten piedad de nosotros.

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el numero 687:”Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios” (1 Co 2, 11). Pues bien, su Espíritu que lo revela nos hace conocer a Cristo, su Verbo, su Palabra viva, pero no se revela a sí mismo. El que “habló por los profetas” nos hace oír la Palabra del Padre. Pero a él no le oímos. No le conocemos sino en la obra mediante la cual nos revela al Verbo y nos dispone a recibir al Verbo en la fe. El Espíritu de verdad que nos “desvela” a Cristo “no habla de sí mismo” (Jn 16, 13). Un ocultamiento tan discreto, propiamente divino, explica por qué “el mundo no puede recibirle, porque no le ve ni le conoce”, mientras que los que creen en Cristo le conocen porque él mora en ellos (Jn 14, 17).

Podemos leer en el capítulo 1 del evangelio de San Mateo cuando el Ángel del Señor se le aparece en sueños a José y le dice: “José, hijo de David, no temas recibir a Maria, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.”(Cf. Mt, 1,20) Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado. (Mt 1,24)Sin dudarlo pone en acto lo que DIOS le pedía en cada circunstancia.

En nuestra vida también el Espíritu Santo es el que obra en nosotros el querer y el hacer según su designio de amor. (Cf. Fil 2,13), porque el Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad. (2 Tim 1,7)

Pedimos en este día la gracia, de obrar según las inspiraciones del Espíritu Santo.

“Trinidad Santa un solo Dios” Ten piedad de nosotros.

El hombre naturalmente no capta las cosas del Espíritu de Dios; son necedad para él. Y no las puede entender, pues solo el Espíritu puede juzgarlas. En cambio, el hombre espiritual lo juzga todo; y a él nadie puede juzgarlo. Porque ¿quien conoció el pensamiento del Señor para instruirle? Pero nosotros poseemos el pensamiento de Cristo.

Siempre nos va a resultar provechoso que nos esforcemos en profundizar el contenido de la antigua tradición, de la doctrina y la fe de la Iglesia Católica, tal como la predicaron los apóstoles y la conservaron los santos Padres. En especial en los tiempos en que vivimos, donde el espíritu de las tinieblas quiere engendrar confusión para alejar a muchos de la fe. En ella, efectivamente, está fundamentada la Iglesia, de manera que todo aquel que se aparta de esta fe deja de ser cristiano y ya no merece el nombre de tal.

Existe, pues, una Trinidad, santa y perfecta, de la cual se afirma que es Dios en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo(…)Así, en la Iglesia se predica un solo Dios, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo. Lo trasciende todo, en cuanto Padre, principio y fuente, lo penetra todo, por su Palabra; lo invade todo, en el Espíritu Santo.

Porque toda gracia o don que se nos da en a Trinidad se nos da por el Padre, a través del Hijo, en el Espíritu Santo. Pues así como la gracia se nos da por el Padre, a través del Hijo, así también no podemos recibir ningún don si no es en el Espíritu Santo, ya que hechos participes del mismo poseemos el amor del Padre, la gracia del Hijo y la participación de este Espíritu.

Nunca podremos comprender, y conocer todo sobre Dios, ya que “No sería Dios quien es, si fuese Dios entendido, decía San Agustsín.

Podemos reflexionar:

¿Pongo los medios para profundizar en el conocimiento de la fe católica?

¿Me mantengo en una indiferencia e ignorancia de las verdades del catecismo para evitar comprometerme o cambiar de vida?

“Santa Maria” Ruega por nosotros.

“El anuncio de Dios de la enemistad entre la Mujer y Satanás al comienzo de los tiempos es clarísimo: El mismo crea enemistad que es una enemistad irreducible. No se trata de una enemistad, digamos así, por desconocimiento o alguna enemistad por mal entendido, sino que es única… enemistad formal entre Satanás y la Mujer, entre la descendencia de Satanás y la descendencia de la Mujer. Es una enemistad creada por el mismo Dios: pongo enemistad- le dijo a la serpiente-, pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo (Gn 3,15). Y esto que Dios había anunciado en lo que se conoce como el Protoevangelio va a tener su cumplimiento en el momento en que el Ángel Gabriel se presenta a la Santísima Virgen en Nazaret: ahí le anuncia de parte de Dios que fue elegida para ser Madre del hijo de único de Dios, del Verbo. Y allí la Santísima Virgen acepta esa misión y, al aceptar esa misión se constituye en la Mujer que se opone a Satanás, y no solamente a Satanás, sino a los que son como él. Ella acepta, libremente en la fe, esa misión que Dios le había encomendado, absolutamente única, singularísima de dar carne y sangre a la segunda persona de la Santísima Trinidad, a Aquel que es tan Dios como el Padre y como el Espíritu Santo.

De modo tal que allí en Nazaret se da esa oposición real, total, irreversible: Es la Mujer que aplasta la cabeza de la serpiente, es la Mujer que tiene en si una radical enemistad con Satanás y con la descendencia de Satanás.“

La Virgen Maria es nuestra Madre, porque Jesús antes de morir en la cruz dijo a su Madre: Mujer, he ahí a tu hijo ( Jn 19,26) refiriéndose a Juan quien representaba a todos nosotros, y a Juan le dijo: hijo, he ahí a tu Madre ( Jn 19,27).

Ella intercede por nosotros ante Jesús y la cual nos defiende de Satanás.

Podemos repetir como San Juan Pablo II quien tenía gran devoción a Maria Santísima: Totus Tuus Maria! Soy todo Tuyo Maria!

San José aumentara en nosotros el amor y devoción a Maria Santísima. Pidamos entonces a él la gracia de ir a Maria para llegar a ser todo de Jesús.

Colocamos en documento adjunto el Libro del Tratado de la Verdadera Devoción de San Luis Maria Grignion de Monfort

“San José” Ruega por nosotros.

Desde los primeros siglos, los Padres de la Iglesia, inspirándose en el Evangelio, han subrayado que San José, al igual que cuido amorosamente a Maria y se dedicó con gozoso empeño a la educación de Jesucristo , también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y modelo.

San José de modo especial fue escogido por Dios para ser el padre adoptivo de Nuestro Señor Jesucristo, y así participar del Misterio sacrosanto de la Encarnacion, el misterio del Verbo hecho carne en el seno de la Santísima Virgen Maria. El participo en este misterio como ninguna otra persona, a excepción de Maria, la Madre del Verbo Encarnado.

Es cierto que la dignidad de la Madre de Dios, llega tan alto que nada puede existir más sublime; mas, porque entre la Santísima Virgen y José se estrecho un lazo conyugal, no hay duda de que aquella altísima dignidad, por la que la Madre de Dios supera con mucho a todas las criaturas, él se acerco más que ningún otro (…) El se impone entre todos por su augusta dignidad, dado que por disposición divina fue custodio y, en la creencia de los hombres, padre del Hijo de Dios. De donde se seguía que el Verbo de Dios se sometiera a José, le obedeciera y le diera aquel honor y aquella reverencia que los hijos deben a sus padres.

A mucho de nosotros quizás nos puede haber pasado que hemos escuchado muy poco sobre la devoción a San José.

Santa Teresa de Jesús decía: “Tome por abogado y señor al glorioso San José y encomendeme mucho a él… me saco con más bien que yo le sabia pedir.”

Pidamos esta gracia de poder crecer en el conocimiento a nuestro Santo Patriarca.

“Insigne descendiente de David” Ruega por nosotros.

En el evangelio de San Mateo dice: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a Maria tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dara a luz un hijo, y tu le pondrás por nombre Jesús, porque él salvara a su pueblo de sus pecados.” (Mt 1,20-21). El evangelista Mateo explica el significado de este momento, delineando también como José lo ha vivido. Sin embargo, para comprender plenamente el contenido y el contexto, es importante tener presente el texto paralelo del Evangelio de San Lucas.

“Al sexo mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era Maria. (Lc 1,26-27).

En referencia a la descendencia de José, que provenía de la casa de David. Una tradición cristiana ha sostenido que también Maria era de la misma estirpe. Así ensenaron, por ejemplo San Ignacio de Antioquia, San Irineo y San Justino. La construcción gramatical, en efecto, puede entenderse tanto de José, como generalmente se hace, como de la misma Maria, leyéndose en tal caso: “a una virgen de la casa de David, desposada con un varón de nombre José”. Esto concordaría con lo que dice San Pablo en Rom 1,3, que Jesús es descendiente de David “según la carne”, lo que cabe más ajustadamente si se entiende de Maria. Pero de todos modos, siendo José verdadero padre adoptivo, jurídicamente lo hacía pertenecer a su propia casa, que era la de David; por tanto, la pertenencia de Maria a esa ascendencia es de libre discusión.

“Casto Custodio de la Virgen” Ruega por nosotros.

San José fue elegido entre todos los hombres, para ser el protector y guardián de la Virgen Madre de Dios; el defensor y padre adoptivo del Niño Dios.

Dividiré esta meditación en dos puntos: la virginidad de María y la custodia que San José realizó en María.

1. Virginidad de María

En el Evangelio de San Lucas se habla de María como de «una virgen desposada con un hombre llamado José» (Lc 1, 27).

De Maria se nos dan pocos detalles. Se dice que era virgen, que estaba llena de gracia y que estaba desposada.

Al momento de la Anunciación Maria estaba desposada. San Mateo añadirá que aún no vivían juntos, es decir, en la misma casa (…) Los judíos distinguían entre el desposorio y el matrimonio; uno tenía lugar un año antes del otro. Por lo general, las muchachas se desposaban entre los 12 y los 13 años, y los jóvenes varones entre los 18 y los 24. Un año más tarde tenía lugar la celebración del matrimonio, en la que un cortejo (el de los llamados amigos del novio) llevaba solemnemente a la novia a la casa del esposo.

San Lucas dice que María era ο (parthénos), virgen. En sí la expresión simplemente indica el estado de la persona en el momento en que se la describe, sin referencia a su futuro. Pero la pregunta que la jovencita dirige al ángel (― ¿cómo puede suceder esto si yo no conozco varón?‖) expresa, por un lado, que Ella sabe bien cómo se traen los hijos al mundo, y, por otro, que no tiene intención futura de llevar a cabo ninguna práctica conyugal. En efecto, el ángel anuncia una concepción futura y no pasada; le dice ―concebirás… darás a luz…‖, y no ―has concebido‖. No le dice, por tanto, que ―ya‖ esté encinta. Era obvio, entonces, que una joven desposada, aunque al momento virgen, si tenía intenciones de vivir una vida conyugal ordinaria, entendiera que tal anuncio se haría realidad a su debido tiempo y según las vías normales del ―conocimiento‖ entre una mujer y su esposo. Su pregunta, pues, no revela una exagerada inocencia sino una intención ponderada y definitiva de no conocer varón. Era pues, una virgen con intención de seguir siendo tal de por vida. Y aunque esto no fuera muy común en Israel, no faltan, sin embargo, testimonios de un aprecio de la virginidad perpetua entre algunos grupos de aquel tiempo, como, por ejemplo, los esenios. El mismo Juan Bautista no se desposará, ni lo hará Jesús.

Estando así las cosas, es inadmisible que José ignorase la resolución de su esposa, pues por cuestión de justicia y para dar razón de la determinación con que María responde al ángel, es de suponer que el joven esposo estuviera al tanto de las disposiciones de María y que las hubiera aceptado, teniendo determinado, también él, vivir virginalmente.

2. Custodia de San José a la Virgen

En referencia a la custodia de San José a María, la vemos a lo largo de todo el Evangelio.

Me detendré en el hermoso ejemplo que nos da el evangelio de San Mateo 1,19 cuando “José, su esposo, que era justo y no quería delatarla, se proponía despedirla en secreto”.

“No habiendo manifestado María a su esposo la aparición del Ángel ni la maravillosa concepción por obra del Espíritu Santo, San José se vio en una tremenda prueba de fe.

Jurídicamente San José habría tenido 2 soluciones:

Acusar a María ante los tribunales, los cuales, según la ley de Moisés, la habrían condenado a muerte, como dice Lev 20,10 “el hombre que cometa adulterio con la mujer de otro, con la mujer de su prójimo, ambos serán muertos irremisiblemente, tanto el adultero como la adultera”, Deut 22,22-24, Jn 8,2. Darle un libelo de repudio, es decir de divorcio, permitido por la ley para tal caso. Pero no dudando ni un instante de la santidad de María, el santo patriarca se decidió a dejarla secretamente para no infamarla, hasta que intervino el cielo aclarándole el misterio, un Ángel del Señor se le apareció en sueños y dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu esposa, porque su concepción es del Espíritu Santo

En este acontecimiento podemos ver el cuidado y respeto que San José tenia hacia María.

Nuestro Señor nos dice: “Bienaventurados los puros de corazón porque ellos verán a Dios.” (Mt 5,8)

San José, casto esposo de la Virgen María; intercede para que pueda tener un corazón puro y así alcanzar a Dios.

“Padre nutricio del Hijo de Dios” Ruega por nosotros.

Dice el Santo Papa Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica Redemptoris Custos, hablando de la paternidad de San José: El matrimonio con Maria es el fundamento jurídico de la paternidad de José. Es para asegurar la protección paterna de Jesús por lo que Dios elige José como esposo de Maria. Se sigue de esto que la paternidad de José- una relación que lo sitúa lo más cerca posible de Jesús, termino de toda elección y predestinación (Cf. Rom 8,28)- pasa a través del matrimonio con Maria, es decir, a través de la familia.

Los evangelistas, aun afirmando claramente que Jesús ha sido concebido por obra del Espíritu Santo y que en aquel matrimonio se ha conservado la virginidad (Cf. Mt 1,18-25; Lc 1, 26-38), llaman a José esposo de Maria y a Maria esposa de José (cf. Mt 1, 16. 18-20. 24; Lc 1, 27; 2, 5).

Y también para la Iglesia, si es importante profesar la concepción virginal de Jesús, no lo es menos defender el matrimonio de María con José, porque jurídicamente depende de este matrimonio la paternidad de José. De aquí se comprende por qué las generaciones han sido enumeradas según la genealogía de José. « ¿Por qué —se pregunta san Agustín— no debían serlo a través de José? ¿No era tal vez José el marido de María? (…) La Escritura afirma, por medio de la autoridad angélica, que él era el marido. No temas, dice, recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Se le ordena poner el nombre del niño, aunque no fuera fruto suyo. Ella, añade, dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. La Escritura sabe que Jesús no ha nacido de la semilla de José, porque a él, preocupado por el origen de la gravidez de ella, se le ha dicho: es obra del Espíritu Santo. Y, no obstante, no se le quita la autoridad paterna, visto que se le ordena poner el nombre al niño. Finalmente, aun la misma Virgen María, plenamente consciente de no haber concebido a Cristo por medio de la unión conyugal con él, le llama sin embargo padre de Cristo.

San José te pedimos por todos los padres de familia en especial los que están sufriendo para que vean en ti el modelo a seguir.

“Solícito defensor de Cristo” Ruega por nosotros.

Leemos en el evangelio de San Mateo que después que los magos se retiraron, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo que tomara al niño y a su madre y huyera a Egipto (cf. Mt 2,13); y se quedara hasta que Dios le diga, porque Herodes estaba buscándolo para matarlo.

“A José; que era el jefe de la sagrada familia, y a él se dirige el Ángel en nombre de Dios. Toma al Nino y a su madre: expresión significativa, que pone de relieve la maternidad virginal de María.

Huye, es decir que esta partida fue una fuga. Comienza a cumplirse la profecía del anciano Simeón: Jesús es blanco de la contradicción y de la persecución. Y para sustraerle a ella, Dios no apela al milagro, como tan fácilmente pudiera hacerlo. La cruz había de señalar todos los pasos del Redentor en su vida terrena.

El camino a Egipto hubo de ser largo y trabajoso. Quería Dios que José estuviera enteramente colgado de la divina providencia. Por la razón de que Herodes quería matar al Nino, esto sobresalto el corazón paternal de José, estimulando su diligencia y acelero los preparativos del viaje.

María y José se refugiaron en Egipto, una tradición, ni muy antigua ni muy segura, señala a Matarieh, no lejos de El Cairo y de la antigua ciudad sacerdotal de Heliópolis, como refugio de la Sagrada Familia.”1

Con esta pequeña meditación podemos ver cómo San José, protegió y defendió a la Sagrada Familia.

Podemos reflexionar preguntándonos ¿tenemos la misma disposición de proteger a nuestros hijos y de alejarlos de aquello que pueda dañarlos, en especial el pecado?

¿Somos conscientes de la importancia de cuidar el alma de nuestros hijos para la salvación? ¿Formamos en ellos la conciencia, para saber lo que está mal y lo que está bien?

Pedimos la gracia de imitar a San José en la protección que tuvo hacia Jesús y aplicarlas a nuestros hijos.

“Cabeza de la Sagrada Familia” Ruega por nosotros.

Analizando la naturaleza del matrimonio, tanto san Agustín como santo Tomás la ponen siempre en la «indivisible unión espiritual», en la «unión de los corazones», en el «consentimiento», elementos que en aquel matrimonio se han manifestado de modo ejemplar. En el momento culminante de la historia de la salvación, cuando Dios revela su amor a la humanidad mediante el don del Verbo, es precisamente el matrimonio de María y José el que realiza en plena «libertad» el «don esposa de sí» al acoger y expresar tal amor.

«En esta grande obra de renovación de todas las cosas en Cristo, el matrimonio, purificado y renovado, se convierte en una realidad nueva, en un sacramento de la nueva Alianza. Y he aquí que en el umbral del Nuevo Testamento, como ya al comienzo del Antiguo, hay una pareja. Pero, mientras la de Adán y Eva había sido fuente del mal que ha inundado al mundo, la de José y María constituye el vértice, por medio del cual la santidad se esparce por toda la tierra. El Salvador ha iniciado la obra de la salvación con esta unión virginal y santa, en la que se manifiesta su omnipotente voluntad de purificar y santificar la familia, santuario de amor y cuna de la vida» .

¡Cuántas enseñanzas se derivan de todo esto para la familia! Porque «la esencia y el cometido de la familia son definidos en última instancia por el amor» y «la familia recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa»; es en la sagrada Familia, en esta originaria «iglesia doméstica» , donde todas las familias cristianas deben mirarse. En efecto, «por un misterioso designio de Dios, en ella vivió escondido largos años el Hijo de Dios: es pues el prototipo y ejemplo de todas las familias cristianas»

Pedimos a San José la gracia de imitar a la Familia de Nazaret.

“José Justísimo” Ruega por nosotros

El juicio que el evangelio da de José es llamarlo el «justo» (Mt 1, 19), que posee ante todo las características del esposo.

En el comentario al evangelio de San Mateo, P. José Bover, explica que esta justicia de San José no es, en sentido más general o indeterminado la sola honradez o bondad, ni tampoco en sentido más particular, la justicia estricta, sino más bien, en cierto sentido intermedio, la voluntad habitual de dar a cada uno lo suyo, de no lesionar los derechos ajenos, y más concretamente, de cumplir en todos los divinos mandamientos, de conformar su vida con la divina voluntad. Este elogio de la justicia de José, si, a primera vista no parece extraordinario, lo es bajo otro concepto. La dignidad del gran patriarca, como jurídicamente padre del Hijo de Dios y esposo de la Madre de Dios, es incomparablemente superior a cualquiera otra dignidad creada, que no sea la divina maternidad. Proporcionales a esta altísima dignidad y a los oficios paternales y conyugales a ella vinculados, fueron las gracias con las que Dios lo enriqueció, en razón de desempeñar el oficio de Jefe o cabeza de la sagrada familia. Y si José fue justo, correspondió a estas gracias extraordinarias, y si correspondió a ellas, su santidad estuvo a la altura de su excelsa dignidad: superior a la de todos los santos del Antiguo y del Nuevo Testamento, solo inferior a la infinita santidad de Jesús y a la santidad casi infinita de María.

Pedimos esta gracia a San José para todos los padres de familia, de crecer en esta virtud, a imitación de José.

“José Castísimo” Ruega por nosotros.

“También la castidad de San José brillara ante el mundo por siempre – el varón justo y por excelencia Custodio de la Virgen, que resguardo su virginidad del modo mas admirable que se pueda pensar –. Solo por amor a Dios abandono la idea de un matrimonio según la carne y se unió por un amor mas profundo y espiritual a su amada esposa María.“

San José fue Custodio de Cristo Jesús, y verdadero esposo de la más pura criatura, María Madre de Dios. Él estaba adornado con tanta pureza que el Señor le confió sus más grandes tesoros.

El mundo necesita personas que amen como lo hizo San José con María.

San José es el modelo de pureza y a él podemos recurrir para conservarla, porque es una gracia que hay que pedir. Pidámosle a nuestro amado San José el tener un corazón puro como él.

Nosotros, ¿no nos animaremos a ser puros en pensamientos, palabras y obras?

Hay varios medios que podemos recurrir para huir de las ocasiones que nos lleven a perderla:

Huir del ocio. Huir de las malas compañías y lugares que puedan llegar a poner en peligro esta hermosa virtud. Resguardar la vista de todo tipo de videos, revistas que vayan en contra de la pureza. (Por ejemplo, de la pornografía) Tener una gran devoción a María Santísima. Frecuentar los sacramentos de la confesión y de la sagrada comunión.

San José es el modelo de hombre de corazón puro que nuestra sociedad necesita.

Pidamos a San José la gracia de crecer en esta bella virtud, para que lleguemos un día a contemplar el rostro de Dios.

“José prudentísimo” Ruega por nosotros.

La virtud de la prudencia es la que dispone la razón de cada persona a discernir el verdadero bien para ella para cada circunstancia, y a elegir los medios adecuados para realizarlo.

La prudencia sirvió de guía a San José para llevar a cabo felizmente la misión del Señor de ser Custodio de Jesús y esposo de Maria Santísima. Supo tomar las decisiones necesarias en cada momento, buscando siempre obrar según la ley de Dios.

Debemos preguntarnos ¿obramos siempre con prudencia? ¿En las distintas circunstancias de nuestra vida, obramos con prudencia escogiendo y obrando según lo que Dios quiere o pide?

Pidamos a San José la gracia de actuar con Prudencia y llevar a cabo lo que el Señor tiene preparado para cada uno de nosotros.

“José Fortísimo” Ruega por nosotros

El venerable arzobispo Fulton J. Sheen dijo1: esa fortaleza puede definirse como esa virtud que nos permite enfrentar sin temor y sin temor las dificultades y peligros que se interponen en el camino del deber y la bondad. Se encuentra a medio camino entre la temeridad, que se precipita en peligro sin prestar atención, y la cobardía, que huye de ella de forma recreativa. Como la fortaleza está relacionada con la valentía, no debe pensarse que la valentía carece de miedo; más bien es control del miedo.

La fortaleza es de dos tipos, dependiendo de si está dirigida a un bien natural o un bien sobrenatural. Un soldado, por ejemplo, que desafía los peligros de la batalla por amor al país, practica la fortaleza natural.

Pero un santo que supera todas las dificultades y peligros en aras de la gloria de Dios y la salvación de su alma practica la fortaleza sobrenatural.

Este tipo de Fortaleza se vio en la persona de San José, que para cumplir la voluntad de Dios tuvo que enfrentar muchas dificultades para cooperar en el plan de salvación.

Le pedimos a San José la gracia de crecer en la virtud de la fortaleza en nuestras propias vidas.

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